sábado, 14 de junio de 2008

El engaño

Nos engañaron los viejos come hombres. Porque el destino triunfante nunca se asomó por mi ventana y siempre quedé esclavizado al esperanzado presente. No me arrepiento de mi camino y nunca seré el hijo del olvido, soy tan solo el viento que pasa, el que canta, el perdido.

Nos engañaron asignándonos nombres. Porque el latido más puro que jamás he oído no se puede descifrar en palabras, el lenguaje no existe en la libertad. He amado infinitamente, nunca buscando el ínfimo limbo, tantas pero tantas noches…. que aún me sigo encontrando y mi piel no deja de brillar.

Nos engañaron esclavizándonos al tiempo. Pero fui campante saltando por encima de todas las cabezas forasteras que juzgaban mis actos, nadie nunca me detuvo… nadie nunca logró acertar. Dejando a las cenizas brillantes bailar sutilmente sobre un plato de vidrio conseguí conquistar a la escurridiza satisfacción, la cual sin aire de gloria, me tendió su boca.

Me engañaron hasta el día en que se evaporaron sus cuerdas vocales. Porque sin decibeles no hay llanto, y la soledad es tan ruidosa… tan deliciosa. Y dejo que entres a mi pensamiento, lo acaricies, lo llenes de paz. Porque si me devuelvo una vez más el cielo va a estallar, me lo dijo el hoy, me lo dije yo.

Me engañaron con miedo.

Me engañaron a las 4 y 45.

Me engañaron en mi primer respiro,

pero fallaron en el último, en el fatídico.

Me voy suspirando, mi fe aun sigue en el bolsillo.



Javier Arce, 14 de junio 2008

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