sábado, 29 de marzo de 2008

Crónica de una vida ordinaria

Crónica de una vida ordinaria. Por: Javier Arce

Paso 1. (18 de marzo 2008)

Deja de pensar en lo inútil. Tu libreta de apuntes coquetea con la arena en la esquina superior izquierda, sin precedentes, solo viviendo el momento. Ya dejaste la pereza a un lado y la paciencia toma tus dedos; no puedes parar de expresarte, de hacerte sentir.
Perdido en un mundo que te sostiene los pies para entender el flujo de la vida. La respiración continua y sonora del amigo de al lado solo demuestra que su respectivo bolígrafo no ha tocado la hoja.
“De nuevo la flor que nace del pecho.
De nuevo la sangre intentando salir”

 


Las pinturas en el cielo nunca tienen firmas y son las que mas te gustan. Un lugareño se acerca y el olor a hachís de tu boca lo ahuyenta como un papalote que saluda a un huracán. El viento enojado responde disparando arena contra la tinta. Sonidos de funk, acid y gloria te están santificando los tímpanos sin parar, sin piedad. Estos son los verdaderos milagros de la época, tan pasajera y tan bella.
El cielo esta siendo pintando en presente, puesto que cada vez que ves esta tornasol ruleta. La amenaza de las alturas infinitas a caerte encima te produce vértigo y una extraña comezón.


“Tabaco para el alma. Vamos, no me diga que no.”

Los espejismos comienzan de nuevo. La danza de la arena convirtiéndose en humo es más que un regalo visual. Es la respuesta de todo. Es la respuesta de tu ser mismo.
Sabes que el norte viaja al chamanismo. Al misterio por personaje y la emoción por estandarte. Epidermis mojada y sangre disipada, sonidos felices acompañados del canto de las gallinas y de los árboles.



“Me pidieron ser el abogado del diablo,
y repetidas veces dije que no.”

El sueño de la rana psicodélica sigue bailando en tu mente. Todo va muy extraño estos días. Risas repetidas, infantiles. Como niño, como capullo. ¿Qué se habían hecho las malditas, consecuencia de que llegaran con tanto apuro?
Quajiniquil despierta los sentidos. Benditas las líneas de las plantas. Bendita la ganja, reveladora de percepciones. Por segundos dejo que la corteza acaricie mis palpitaciones. Sonidos electrónicos. Mi cerebro. Estornudos que provocan caídas.
“Fuego, fuego. La fogata viene en camino.”

Paso 2. (19 de marzo 2008)

Madres contemporáneas pasean su alma alrededor. Sus hijos y sus vibras causaron un cambio positivo en mí. La guitarra de Ignacio no ha parado de seducir al ambiente, y mi mente no ha parado de ilusionar a la imaginación. Juegos con los niños sobre piedras verdes. Visiones extrañas en la costa, sus preciosos reflejos. La pintora trajo la luz y la sombra a mi percepción. Explícitamente.


Las hierbas fumables no paran de hacer combustión. Solo el invitado opio no quiso acercarse. Pelo enmarañado. Ojos al revés. Compartir con el pueblo. Convivir con su felicidad y su tristeza, risas de niños infinitas y directas del corazón.


El brillo del mar cambio el día. Mi alma se purifica, los síntomas empiezan a ser notables. No importa el segundo que venga porque no se que día es hoy. Elevado desde que salí, rejuveneciendo el alma y meditando el alba. Increíble. La ciencia se acerca como un mosquito asesino pero el aire no para de traer ondas rastafarais. Infantes que se clavan en los momentos. Se clavan. Se induce el sentimiento bilateral.
“Fogatas efímeras y llevaderas”


Alimento excéntrico, hippie y verde. Natural. Siempre acompañado por el ingrediente secreto, el asesino de los análisis. Paz, cielo y amor.

Paso 3. (20 de marzo 2008)

Se ha perdido la hierba. No se si ha sido un mandato divino o una estupidez hecha acción. Es mi culpa, en específico de mis lagunas mentales. ¿Dónde quedan todos esos momentos? ¿Donde quedan los recuerdos? ¿Adonde huyen?


Risas con extraños. Apariencias y sus dictaduras manchándoles el aura. Sigo buscando que todo el planeta este en la misma vibra. Aunque sea un segundo. Aunque sea demasiado tarde.

Paso 4. (21 de marzo 2008)

La hierba reapareció y fue la causante de chispazos de locura al anochecer. Al parecer la pérdida fue con un fin celestial, pero mi análisis me lleva a un acto humano, ajeno. Mis ojos siempre despiertan a la mitad del día, ya no creo en la casualidad.


Inhalaciones asombrosas. Correr por la playa, contacto con las realidades. Niños que no preenjuician, no juzgan o callan. Todos bajo un mismo juego. Hechos de vida, atardeceres de colores. Cielo infinito. Dormir junto a los árboles, dormir junto a ti.


“Vibraciones en cuerdas, sonidos pronunciados”

Mi cuerpo ayer subía y bajaba y yo nunca se lo pedí. Fue una noche dura y extraña. Risas a las tres de la mañana. En altos, muy altos decibeles. Libertad de expresión, libertad de percepción. Es casi obvio que existe un límite de exigencia en el cuerpo humano. Sin noción alguna, me encanta vivir en él.




Fórmulas y números compitiendo con los recuerdos. Presiones y obligadas relajaciones. Hay alguien en mi mente. Se quien es. No sé porque esta aquí ni porque apareció, pero su residencia en mi pensamiento ha sido relativamente constante y preciosa. Juegos de vacas y guitarras en calculadoras. Fantasía, fantasía. Me voy con el viento.
Relato de un vuelo ordinario. Quajiniquil, Costa Rica.
Todo empieza en la habitación. La pipa se llena en su totalidad y el fuego aparece por casualidad. El tiempo se pierde en el número de inhalaciones. Olor fuerte en el baño: demasiado, desmedido… el humo exhalado corre libre por el ambiente. Se abre la puerta y se sale al mundo natural. Pasos diseminados.
Pelea mental entre cálculos, métodos, tabaco y sensaciones. La cerveza y su sed de ilusiones infinitas empieza a coquetear con mi sangre. Me encuentro en la casa frente al mar. Cuatro botes y ninguno funciona. Las maldiciones del dinero.
El contraste del atardecer y el mar es algo que nunca podré superar. Viaje infinito y altamente especial. Mi cuerpo es más ligero de lo usual. No es mío, es de todos. Mis ojos caen en un molde asiático pero mi mente no tiene moldes. nO se que hacer con ella. Mi mente no tiene moldes. A veces quiero perderla, otras veces solo abrazarla. Mi cuerpo se desconecta de mí por segundos. Oigo sonidos celestiales que contienen más emoción que un cubículo de confesiones en una iglesia católica. Poco a poco la sangre deja de evaporar y el hambre empieza a congestionar. No puedo dejar que mi mente me gane estas falacias blancuzcas.
Meditación continua, interminable.
Juegos infantiles tocan mi cráneo. Tengo que salir con ellos. La vida me obliga.







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