El misterio del vino
y su inmenso conocer
han tomado mi alma
sedienta de correr.
Correr con el viento,
correr sin volver.
Solo ver desfilar
las efusiones de mi sed.
Y es que tanta tristeza
habita en mi Dios
carente de pan
y hambriento de amor.
Me pican las alas
de no renacer,
de no ser libre entre
tanto caer.
Me llaman el triste,
el hombre sin fe.
El que deja el burdel
buscando placer.
Sexo con el tiempo,
sexo sin ver
la obsesión de explicar
del todo el porqué.
Bendita mi alma
entre tanto llover,
entre tanta materia
y entre tanto que ser.
Moriré de soledad
de pasión y de humos,
de tratar de ser siempre uno
con el amanecer.
javier arce