Pasajero desgraciado
¿Y vienes tú,
un pasajero ahorcado,
a decirme que todo este amor
no es mío, que es prestado?
Que mis lágrimas
son cantos sin vida.
Que mis risas
son vorágines malditas.
Que realmente nada importa
hasta que se apuñala la aorta
en un esfuerzo fortuito
de salvarse de la asfixia
de vivir para estar muerto
y de morir para estar vivo.
¿Qué puedo decirte,
pasajero desgraciado?
Si solo conservo
lo que ya se ha muerto
y voy, paso a paso,
caminando el vacío.
Javier Arce
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