viernes, 18 de abril de 2008

Fuego, fuego.

“Fuego, fuego.”
Comunión cerebral, maravilla intelectual. Llámalo como quieras, siempre se estrella en tu cara. Armonía de hostias y dogmatismos. Todo confabulando para elevarte en el tiempo; esa dimensión amarga y sombría que nunca nos deja respirar. Huir. Huir de aquí y escapar. Sentir hojas de árboles fríos tocar tu cara, y el viento hablarte a gritos mientras tus pies se clavan al suelo por efecto mágico de la gravedad. Sentir la tristeza salir por tus dedos y reventar cada poro sucio e impuro. Sentir el mundo pasar por tus venas, haciendo olvidar el rocío existencial que te ha perseguido los últimos años. Es apostar con el diablo, oler su sucio y agrio aliento. Es sudar el dolor mundial en una sola gota. Ideas extasiadas, mis favoritas. Mis ojos no se abren y a veces arden. Estoy en llamas, llamas en anagramas que nadie nunca va a descifrar. Estoy colgando de un pensamiento, tan iluso y tan audaz, esperando ese momento del que me pueda colgar… soy una guitarra gritando libertad, soy el acorde mas hermoso que vas a escuchar, en tu vida, en tu hostilidad. Porque el tiempo empieza a quemar, a descifrar, a combustionar, todo lo visto por tus pequeños pero significativos ojos. Es quemar el arroz, y comértelo. Es callarte y oír lo que dice el humano de al lado. Porque si, todos tenemos aleadas partículas de incoherencias e irracionalidades alrededor del área cerebral, y es deliciosamente relajante.




“No me toque el nervio doctor, duele”.



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